martes, 15 de septiembre de 2009

“Una se siente culpable”


Como madre de un menor que sufrió serias quemaduras por agua hirviendo, conoce de cerca la labor que realiza Coaniquem y que para ella, ha sido fundamental


“Mi hijo se quemó cuando tenía un año y 5 meses. Fue algo realmente terrible y que ninguna madre debiera vivir”.

Así señaló Elizabeth Alarcón, madre del pequeño Diego quien sufrió severas lesiones al quemarse con agua hirviendo, al caérsele encima un hervidor eléctrico en su casa, algo que es más habitual de lo que se cree.

“Estábamos en la casa cuando sentí un grito, vi a mi hijo que se había quemado. Afortunadamente reaccioné bien porque lo tomé y de inmediato le puse agua fría que es lo que se recomienda hacer. Nada de cremas ni nada, agua fría primero que todo. Fue terrible. A mi hijo lo cuido al máximo y en aquel momento cuando le saqué la ropa fue impresionante, tenía quemado parte importante del cuello, el pecho y el brazo”.

¿Cómo se sintió en ese momento?

Una se siente culpable por lo que sucedió. Es terrible, es una situación que uno no espera. Cuando se quemó me preguntaba por qué, por qué, por qué me ocurre esto.

¿Le costó asumirlo?

Sí, fue muy fuerte. Gracias a Dios mi marido comprendió la situación, no me echó la culpa -como suele suceder en casos como estos-, y decidimos hacer todo por ayudar al niño.

¿Cómo llegó a Coaniquem?

Sabía de lo que realizaba la institución. Me acerqué y empezamos la rehabilitación después de dejar el hospital. Había que hacer todas las especialidades médicas, cirujanos, fisiatras, terapeutas, y en Coaniquem me apoyaron. Aparte de eso, nos ayudaron en la parte sicológica para él y nuestra familia. Tuvimos terapia de grupo porque todos nos sentimos responsables por lo sucedido. Mi hija, lloraba y no entendía que a su hermano le pudiera haber pasado algo así. Ella tenía 8 años cuando mi hijo se quemó, no tenía ninguna responsabilidad, pero al ver al niño sufrir, se sentía culpable.

¿Cómo fue la rehabilitación?

Gracias a Dios ha tenido una muy buena rehabilitación, ha reaccionado excelente a los injertos. Estaba bien físicamente, por lo que enfrentó en forma adecuada el tratamiento. A veces uno se encuentra con niños débiles y cuesta más enfrentar las infecciones y los problemas que acarrea la quemadura.

¿Está agradecida?

Sí, por supuesto. Desde el primero minuto se portaron muy buen con nosotros. Una llega al centro de atención en Santiago y desde el principio se siente la calidez. El trato es muy amable y los especialistas tienen especial consideración con los niños, porque de esa forma logran que acepten adecuadamente los tratamientos que son dolorosos. Se nota que todo lo que hacen lo realizan con mucho cariño y amor a los niños.

¿Es una realidad que no se esperaba?

No, porque es difícil. Cuando fui a Santiago uno ve por lo que pasan otros padres. Vi niñas chicas con toda su carita quemada, sin pelo, sin pestañas. Terrible. En ese momento di gracias a Dios porque lo que le pasó a mi hijo no era tanto.

¿El niño lo ha enfrentado bien?

Vamos a controles seguidos, siguen de cerca nuestra evolución. Pero uno debe ser cauteloso con esto. Cuando Diego era pequeño no tenía problemas, pero ahora que está un poco más grande empieza a darse cuenta de las cicatrices que tiene y usted sabe como son los niños, no entienden lo ocurrido y recibe bromas por su piel. Ahora nos hemos dado cuenta que intenta ocultar sus cicatrices y no habla abiertamente del tema. Es ahí cuando el apoyo sicológico es importante, porque uno nunca está preparada para esto y ojalá a nadie le tenga que ocurrir.

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