miércoles, 10 de junio de 2009

Una historia de esfuerzo


Juan C.G. 43 años es un sanantonino de Bellavista. Ahora se recupera de su adicción a la pasta base en la Casa Azul, pero hubo un momento donde no veía la salida.
Esta es su historia.
¿Cómo comenzaste en la droga?
Empecé de inmediato con la cocaína, había probado la marihuana, pero no era lo mismo. Una vez en un carrete unos conocidos tomaban copete y consumían cocaína. Yo hice lo mismo para durar más tiempo arriba y tomar más. Lo hice y me gustó.
¿Y cómo llegaste a la pasta base?
De mono nomás. La pasta es más barata, unos 2.500 el papelillo. Anduve bien, pero el efecto era muy breve y como que uno necesita cada vez más.
¿Consumías todos los días?
Al principio los fines de semana en los carretes. Después ya era una cosa de todos los días y a cada rato, andaba pensando en la droga. Cuando tenía plata compraba y me encerraba a consumir. No paraba hasta que se acababa todo.
¿Donde? ¿En tu casa?
En cualquier parte. Pero en mi casa nunca lo hice. Mantuve este problema en secreto
¿Lo pasabas bien?
No sé. O sea, en ese momento pensaba que sí, pero ahora no lo creo tanto. Con la droga te sientes otra persona, pero después viene un efecto bien penca, te deprimes, no quieres nada, sólo más pasta base. Y si no tienes pa’ consumir, ahí empiezan los problemas.
¿Hasta dónde llegaste?
Puedo decir que caí hasta el fondo. Perdí mi casa; mi señora no quiso saber más de mí, por lo mismo de la adicción. Llegué a estar tres días en la calle, andaba por todas partes caminando.
¿Y el trabajo?
Al principio inventaba situaciones para no trabajar, pedía licencias. Después ya me daba lo mismo.
¿Cuánto llegaste a consumir?
Cada día eran 30 ó 40 mil pesos, pero una vez me encerré desde las 8 de la tarde hasta las 6 de la mañana a puro consumir. Calculo que esa noche debí haber gastado unos 200 mil pesos.
¿Y no te daba remordimientos gastar tanta plata?
No, lo único en que pensaba era en la droga.
¿Y cuando amanecías qué hacías’
Me sentía pésimo, no comía nada en todo el día, lo único en que pensaba era en cómo lo iba a hacer para comprar más pasta base. Si tenía algo compraba de inmediato, no me preocupaba de comer ni de vestirme, sólo consumir.
¿Cómo lo hacías entonces?
Buhh, uno tiene diversas maneras. Primero, vender cosas de la casa, pedir prestado. Eso es lo que más hice, inventaba enfermedades y así mis amigos me prestaban plata. Y como estaba súper flaco, me creían. Ellos no saben en qué me gastaba las moneas.
¿Qué pasó con tus amigos?
Esas amistades las perdí para siempre, porque ¿quién le va a creer a alguien que les pide plata y después no les responde? Seguía con las mentiras nomás.

El cambio

¿Cuándo dijiste que ya estaba bueno ya?
Cuando me vi en la calle. La única persona a la que podía recurrir era mi mamá. Ella me llevó a la clínica San Julián y ahí me enteré de la existencia de Casa Azul.
¿Cómo fue ese paso?
Difícil. Más aún cuando me enviaron al hospital Del Salvador. Allí era como una cárcel. Tenía puras ganas de arrancarme.
¿Y cómo lo superaste?
Con puros medicamentos, pasaba en otra todo el día. A veces me quería ir, pero habían doctores que me ayudaban, al igual que los compañeros que estaban ahí.
¿Y en la Casa Azul, qué tal la experiencia?
Muy buena. He salido adelante y espero recuperarme totalmente para no volver a lo mismo.
¿El fantasma de la recaída está presente?
Si poh. Uno sabe que afuera te pueden ofrecer, pero hay que estar firme para no consumir.
¿Estás preparado para dar ese gran paso?
Creo que sí.

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