A lo largo de Chile hay varias animitas a quienes se les atribuye la virtud de milagrosas.
En Antofagasta están las de Elvira Guillén, una joven de 14 años que se disparó en el corazón después de haber sido abusada sexualmente, en 1937; Evaristo Montt, sereno de ferrocarriles que murió luego de explotar una caldera, en 1924; y Juana Guajardo, una peluquera cuyo cuerpo fue hallado atado a una zapata de ferrocarril, en el sector de Caleta El Cobre, hoy convertido en santuario.
En Santiago, las más visitadas son las de Romualdito, un niño a quien asesinaron en el sector de Estación Central.
En Valparaíso la más famosa es la de Emilio Dubois, un presidiario que murió fusilado en 1907 en la cárcel porteña y que es visitada por numerosos devotos diariamente en el interior del cementerio Nº3 de Playa Ancha.
Al Sur, en Valdivia, está “San Serafín” quien tiene un lugar especial en el cementerio con más de 200 placas de fieles seguidores. El lugar recuerda a Serafín Rodríguez, quien en 1900 fue fusilado por un delito que cometió su hermano.
Tradición
El obispo de
- ¿La iglesia reconoce la tradición popular de las animitas?
-No hay nada oficial al respecto. En general, lo que se reconoce, es una religiosidad popular, con elementos buenos de fe en Dios y esperanza de vida eterna para los difuntos.
- ¿Qué importancia le dan ustedes como iglesia a las animitas?
- Respetar lo positivo de la fe; y encauzar mejor lo imperfecto. Hay que aclarar que es Jesucristo el único Salvador; solamente Él nos puede ayudar. La animita debe ser sólo un homenaje al difunto y para pedir por él.
- ¿Cuál es la explicación que ustedes dan a la existencia de las animitas?
- En la antigua tradición del culto a los muertos (muy propia de los pueblos originarios de América); que coexiste con las costumbres cristianas. El ideal es purificar, centrar todo en la persona de Jesucristo y orar por los difuntos queridos.
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