Es habitual encontrarse con comentarios sobre la preocupación que genera en la comunidad la presencia de una persona que sufre de esquizofrenia cometiendo actos que están fuera de las “normas sociales”.
Recientemente se conoció el caso de un joven de Llo Lleo quien sufre este mal y que al estar descompensado comete hechos que generan preocupación de parte de los vecinos.
También fue publicitado el final de la historia de Jorge Castillo más conocido como el “Rasta”, vagabundo que deambulaba por Llo Lleo y reencontró a su familia tras casi 2 años en los que vivió de la caridad de la gente y pernoctaba en un banco ubicado en la esquina de Echaurren con Providencia.
Una de sus hermanas recordó que “el 30 de agosto de 2007 salió en la mañana a caminar, como todos los días, y nunca más regresó. Nos poníamos en todas situaciones, incluso nos dieron datos falsos y tres veces fuimos al Instituto Médico Legal. Rogábamos que apareciera, pero nunca tener esta sorpresa tan impactante”, confesó.
Si bien estos casos provocan connotación social, son pocos –por no decir nadie- quienes se preocupan de conocer un poco más del problema que afecta a estar personas que son rechazados por estar, muchas veces, al margen de los socialmente aceptado como “normal”.
Existen una serie de mitos que han crecido en torno a estas personas: que son peligrosos, que no pueden recuperar, que son violentos, etc.
Esa es precisamente la labor que cumple el hospital diurno de San Antonio, donde un grupo de especialistas dependientes de
Una labor nada de fácil, pero que cumplen con entusiasmo y con el orgullo de mostrar avances destacados, gracias a la atenciones de sicólogos ocupacionales, paramédicos y encargados de talleres de artesanía, música, deportes, entre otros.
Ellos se encargar de romper con los mitos que aún persisten
Según Fabián Menares, “Está estadísticamente comprobado que los pacientes esquizofrénicos sufren más agresiones que las que cometen, sufren más delitos que la gente común, más robos, más asaltos, más abusos”.
¿No tienen mejoría?
Otro de los mitos tiene que ver con los tratamientos y la posibilidad de mejoría.
Para siquiatra Mauricio Muñoz, “queda más la imagen del paciente descompensado. La persona tratada a tiempo con un bien programa farmacológico y un buen apoyo social, se puede mantener bien por largo tiempo. Las descompensaciones no alcanzan a ser tan graves como las que originaron el problema de tal forma que pueden hacer una vida normal.
¿No pueden establecer vínculos sociales?
“Al contrario, yo me he encontrado con personas valiosas, honestas. Ellos asumen un rol, saben que tienen una necesidad y por lo tanto, agradecen de forma más efusiva, franca y directa las muestras de cariño. Son honestos, valoran mucho la ayuda que se les brinda”, dijo Muñoz.
¿Estas personas no pueden trabajar?
Según Menares, esto no es verdad. “Quienes hayan desarrollado una cuadro como estos sí pueden trabajar, se pueden desempeñar en diversas labores, quizás van a estar más restringidos en actividades que tengan un nivel de abstracción muy potente -como las ingenierías o medicina-, pero sí pueden tener un trabajo.
¿Son discapacitados?
“Para nada. La experiencia en otros lugares del mundo ha demostrado que estas personas se insertan en la sociedad y desempeñan su labor en diversas oficinas. Lo que tienen que cuidar ellos o sus acompañantes es que mantengan sus controles. Una persona bien controlada y que cuenta con el apoyo de su entorno y su familia, puede hacerse cargo por sí mismo de su tratamiento. Ahora el problema surge cuando ellos se sienten bien y dicen: no necesito más de esto. Es ahí cuando es significativo el apoyo de sus familiares o acompañantes, pareja u otro que vele porque la persona se mantenga en sus controles”.
¿No rinden en los trabajos?
“Ese es otro mito. Es obvio que muchos empleadores tienen algunos resquemores por los antecedentes de estas personas, sin siquiera tener la evidencia de su comportamiento. Está demostrado que las personas que tienen una importante red de apoyo pueden salir adelante”.
No son invisibles
Ambos especialistas coinciden en señalar que la comunidad no tiene que rechazar a estos pacientes. “Antes se creía que estos problemas eran provocados por ellos mismos, que poco menos que eran demonios que se les metían. No es así, a veces se producen por trastornos biológicos, puede haber factores sociales también o una combinación. Lo importante es que las personas no andan buscando una esquizofrenia, una depresión ni nada por el estilo; al contrario son cosas que se van dando y como obviamente van perdido el sentido de la realidad, se agravan”, dice Muñoz.
El rol de la familia
Como en todo orden de cosas, el apoyo de la familia es fundamental para llevar a buen término en las terapias a pacientes con esquizofrenia.
En el hospital diurno realizan una importante capacitación a los familiares directos de los pacientes, de modo que sean ellos los primeros en responden ante cualquier desconpensación.
“Efectuamos una sicoeducación para el manejo de crisis y tratamiento farmacológico para continuar con el tratamiento en sus hogares. Es destacable el compromiso de los padres, ellos han comprendido esta situación y están dispuestos a hacer todo lo que sea necesario para llegar a un buen término por los pacientes”, dijo Muñoz Pineda.
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